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martes, 31 de marzo de 2009

Discurso F, de Fin de Carrera

Hoy, padres, madres, amigos y demás familia, es un gran día. Esos chicos que ven a mi izquierda, que hace seis años entraban con ilusión a esta facultad, se licencian. Creo que deben de ser ellos los únicos protagonistas y, en nombre de ellos, hoy estoy yo aquí.

Llevo tanto tiempo soñando con este momento, que en las últimas semanas ha llegado a quitarme el sueño. Porque el estar hoy aquí delante de todos ustedes, además de ser una gran responsabilidad, es un gran honor.

Durante los últimos años he acudido a este acto con las distintas promociones que han ido abandonando esta institución, y siempre he escuchado el mismo discurso por defecto, con expresiones del tipo “después de 6 años de espera..., después de aprobar 528 créditos…”.

Y la verdad ya que tengo la oportunidad, he querido que este discurso tenga otra dimensión, otro enfoque, algo que todos ustedes recuerden. Deseo también que, una vez finalice su lectura, piensen que este discurso, al igual que la promoción a la que representa, ha sido cualquier cosa menos convencional.

Ahora que termina un ciclo de nuestras vidas, creo que es un buen momento para echar la vista atrás y valorar estos últimos seis años. Si les soy sincero, creo que todos nosotros llevamos demasiado tiempo hablando y escuchando términos médicos casi las 24 horas del día, así que hoy, por ser un día especial, voy a tratar de evitarlo, en la medida de lo posible.

Algo que me sorprende de entre las típicas frases que se oyen día a día, es esa de “todo tiempo pasado fue mejor”. Si pensamos así en este momento, pues probablemente muchos estén de acuerdo. Estos últimos años han estado llenos de experiencias inolvidables y creo que con todo y para todos, el balance siempre es positivo.
Pero si volviésemos al día en que entramos en la facultad, sin haber vivido todo este trayecto, ¿estaríais de acuerdo en que todo tiempo pasado fue mejor?

Creo que lo justo es decir que “todo tiempo pasado fue anterior” y que al igual que nuestra estancia en la facultad fue el futuro en su momento, el futuro que nos sobreviene ahora nos deparará también momentos inolvidables. Espero que llegado el fin de este ciclo que en breve iniciaremos, al volver a echar la vista atrás, digamos algo así como:

“Ha sido duro, pero mereció la pena”

Y es que dicen que los ciclos se repiten, las modas vuelven, y si un día fuiste y te dieron, vas a volver a por más.

Recuerdo el día que entramos en el salón de actos y nos soltaron aquello de sois la “crema de la crema, lo mejor de lo mejor”. Decían orgullosos “sois los mejores expedientes”, aunque estoy seguro que por dentro pensaban, “pero no tenéis ni idea”.
Así que espero que no os extrañe si el día que empecéis en vuestro servicio con la misma ilusión con la que entramos aquí y con vuestra plaza MIR de entre los 500 primeros debajo del brazo, alguien os diga “¿Así que tú eres el número 1 del MIR no?” porque estará pensando “pero sigues sin tener ni idea”.

Llevamos 6 años preparándonos para ser médicos, estudiando todos los días, dejándonos los codos en la mesa de la habitación o de alguna de las bibliotecas de la ciudad. Y ahora que parecía que llegábamos al final de este camino nos encontramos de repente con que… la meta es la salida, otra vez la selectividad. Porque se trata de eso, aunque le hayan cambiado el nombre al cartel. Y muy a nuestro pesar, nos daremos cuenta de que todo lo que hemos estudiado no es para ser médicos, es para aprobar otro examen.

Alguien muy sabio me dijo una vez que el MIR “es como el carnet de conducir, realmente te examinas para que te den el permiso para ser médico, y una vez que lo tienes empiezas a aprender a serlo”.

Recuerdo el día que nos sentamos por primera vez en las aulas del segundo piso de la facultad, recuerdo como si fuera ayer a Daniel Cajade haciendo de profesor de anatomía en una de las mejores novatadas que se han visto nunca. Recuerdo las primeras cenas, los nervios de los primeros exámenes y el día que descubrimos a Luis y la cafetería, aunque todavía no éramos conscientes de la importancia que iban a tener en nuestra vida y en nuestra carrera.

Llega un momento delicado. Toca hablar de los profesores.

Espero que mis compañeros estén de acuerdo conmigo en no nombrar específicamente a ningún profesor, para no desmerecer a ninguno, ya que todos y cada uno forman una parte de nuestra instrucción, de nuestro aprendizaje.

Y es que hemos aprendido mucho en la facultad, y no sólo de medicina. Hemos aprendido, por ejemplo, que los gatos de 3 colores son siempre hembras, que aplicando un 3% al precio de un tornillo podíamos hacernos ricos, que colocando unas bolsas de hielo en los pies, sondar a un paciente superdotado es más sencillo y, lo más sorprendente de todo, que se puede explicar toda la anatomía del miembro superior, desde la escápula hasta la falange más distal en apenas unos segundos.

Sí, de hecho hay rumores de que el año que viene ficha por Ferrari.

Y es que gracias a nuestros profesores hemos aprendido mucho más de lo que simple y llanamente aprenderíamos con los libros.

Es gracias a profesores como nuestro padrino, y otros muchos aunque no diga sus nombres, que vamos a ser los médicos que nuestros pacientes se merecen y no sólo unas personas que saben algo de medicina. Todos ellos son claros ejemplos de que la excelencia académica no está reñida con la excelencia personal.
Ellos son los maestros, que una vez transmitido su conocimiento y que, aún viéndose superados por sus propios alumnos, nunca dejarán de ser los maestros.

Durante los últimos años esta institución y las personas que la integran nos han visto crecer como alumnos y como personas y, por qué no decirlo, les hemos cogido cariño. Allá donde vayamos las llevaremos con orgullo en nuestro corazón.
Ahora que se cierra este ciclo, quizás la vida nos vuelva a dar la oportunidad de volver algún día y,posiblemente, alguno llegará a ser profesor titular o incluso catedrático de la Facultad de Medicina de Santiago de Compostela.

Antes de finalizar me gustaría hacer algo desde un punto de vista personal. Y es dar las gracias a todos y cada uno de mis compañeros, de mis amigos y de los que no son tan amigos, y en definitiva de todas aquellas personas que para bien o para mal, han formado, forman y formarán parte de mi vida. Porque en esta vida hay tres formas de aprender:

La reflexión, que es la más noble.
La imitación, que es la más sencilla.
Y la experiencia, que es la más dolorosa.

Gracias a todos, porque sin vosotros nunca habría aprendido de los buenos y los malos momentos, nunca me habría levantado cuando me hicieron caer y, lo que es mucho peor, no sería quién soy hoy.

Me gustaría terminar con una frase. Es de un compañero y amigo, al que se la he robado vilmente. Él la dijo así.

“Hay mucha gente que no se da cuenta, pero todos los que son nuestros profesores hoy, serán nuestros compañeros el día de mañana.”

Como otro ciclo más, este discurso llega a su fin, y como muchos ciclos, termina como empieza.

Hoy, padres, madres, amigos y demás familia, es un gran día. Esos chicos que ven a mi izquierda, que hace seis años entraban con ilusión a esta facultad, se licencian. Creo que deben de ser ellos los únicos protagonistas y, en nombre de ellos, hoy estuve yo aquí.

2 comentarios:

Capuleto dijo...

Y los blancos suelen ser sordos.

Neodian dijo...

Donde va a parar man, me ha llegado al alma y eso que no soy medico.

¿El tonillo pedante viene de serie o os lo imparte algun profesor?

Lo de lo mejor de lo mejor, no se, no se, que igual a alguno le dan la licencia 00 en vez de la licenciatura.

Un saludo man.